SEIS MINUTOS QUE HAN PASADO A LA HISTORIA

Es una rareza. Una joya inusitada del cine clásico español, bastante olvidada y muy desconocida para el público actual. El ritmo, la puesta en escena y un elaborado juego de símbolos se combinan para ejecutar un asesinato. La muerte de Nati Mistral, protagonista de María Fernanda, la Jerezana (1947), dirigida por Enrique Herreros. Su maestría la convierte en una de las secuencias más prodigiosas e insólitas de nuestro cine.

Podría estar a la altura de esos crímenes magistrales filmados por Alfred Hitchcock. Al igual que el director británico, cuya formación artística le permitía planificar las escenas más complicadas mediante el storyboard (un guión técnico compuesto por dibujos), el filme al que nos referimos fue completamente dibujado en viñetas por su autor.

Herreros -dibujante, cartelista, humorista y uno de los nombres esenciales de la revista satírica La Codorniz- utilizó esta herramienta para dotar de fuerza visual a su relato y a ese comienzo único. Una presentación de impacto inspirada en un hecho real que el director recreó con maestría en el montaje del que sería su primer largometraje. 

Las escenas (vistas hoy a 75 años de distancia) no han envejecido mal. El asesinato se mueve entre lo mejor de la estética expresionista y la narración pura del cine mudo  (no tiene ningún diálogo). La clave son 44 planos en una sucesión de imágenes de objetos que alcanzan un protagonismo siniestro.

Son seis minutos hipnóticos que nos sumergen en un asesinato ocurrido en un Madrid finisecular. En la oscuridad de la noche una mujer misteriosa se dirige a su casa mientras alguien la espera. La cámara se sumerge en un mundo de sombras para mostrar pequeños fragmentos de lo que sucede a su alrededor. No sabemos de quién se trata. La película no cuenta nada de su vida. Tardaremos en conocer su nombre y profesión.

Por ahora sólo vemos una figura por partes: su rostro o la vestimenta. Un pañuelo. Un gesto. Una mirada. Retazos que aumentan la intriga y juegan con el espectador.  Sirven para ocultar la identidad tanto de la víctima como del agresor, que también se esconde y cuando se muestra aparece de igual manera, parcialmente.

La sensación de peligro crece. Se hace evidente por segundos. Con cada plano detalle más se acerca al destino fatal. Relojes silenciosos, un gato negro que se despierta bufando, el movimiento de unas cortinas. Para no destripar todos los secretos de la película no contamos nada más de lo que le espera a María Fernanda. Un complejo puzzle repleto de signos que cuando llegue la policía, el comisario deberá descifrar para aclarar lo sucedido. Tras recoger una fotografía y una peineta (una de las escasas pistas) se inicia la investigación.

Durante la hora siguiente le acompañamos a los lugares que frecuentaba la fallecida. Los flashbacks y los números musicales con folclórica incluida (la tonadillera Nati Mistral), serán desde entonces lo más importante antes de desvelar la intriga.




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