...Y EL CINE DIO VOZ A LA CONCILIACIÓN

En apenas quince años Amparo Soler Leal pasó de ser una abnegada madre de una numerosa prole en La gran familia (1962) a una publicista que decide separarse de su marido y marcharse junto a su hija en Vámonos, Bárbara (1978). Ocurrió en la ficción durante el mismo período de tiempo en el que pasamos de una dictadura a la democracia. Un momento histórico que dejó su huella en nuestro cine y que se materializó en una serie de personajes femeninos más apegados a la realidad que rodaron directoras como Pilar Miró o Cecilia Bartolomé. Las mujeres en la pantalla vivieron un cambio trascendental paralelo al que se vio en las calles. Uno de los principales signos que incorporaron las películas fue la inserción femenina en el mundo del trabajo y la transformación de los roles y los modelos familiares asumidos hasta la fecha.

Sin ponerle todavía un nombre, estos filmes pusieron sobre la mesa las dificultades a las que se enfrentaban las españolas que buscaban desarrollarse profesionalmente sin por ello renunciar a formar una familia. Se planteó la hoy todavía pendiente conciliación entre ambas facetas. Una necesidad que, en aquel momento, afectaba a las jóvenes, aún solteras, o a las esposas de mediana edad. 

La realidad que se filtraba a través de la pantalla llevaba el rostro de actrices de diversas generaciones: junto a las veteranas Soler Leal o Lola Herrera, había debutantes como Mercedes Sampietro y Carmen Maura. Algunas de ellas, al igual que los personajes que les tocó interpretar, se habían separado de sus maridos y desde esa nueva situación hicieron auténticos malabarismos para conjugar trabajo e hijos. Los papeles que encarnaron delante de la cámara funcionaban como un correlato de sus propias vidas y de las de otras mujeres anónimas.  

Son precisamente esas dificultades que surgen a cada paso las que se reflejan en las historias, donde abundan las profesionales liberales que, sin sus maridos, intentan abrirse camino en un entorno que nos las favorece y las mira con desconfianza. En Vámonos, Bárbara Soler Leal se ve obligada a alejarse de una familia conservadora que la cuestiona, no le apoya y a la que se suma una pareja que intenta estrangularla económicamente para impedir que se marche. Solo encuentra la comprensión y la libertad que necesitan ella y su hija en la costa catalana junto a un grupo de nuevos amigos, mucho más colaboradores y progresistas.

El divorcio no se aprobaría en España hasta el 1981, año en el que Josefina Molina rueda Función de noche retratando ese proceso y la experiencia directa de Lola Herrera, que se interpreta a sí misma y desvela ante la cámara cómo -ante un marido ausente- sacó a sus hijos adelante sola siguiendo una máxima que, en sus palabras, se resumía en un único mandato: "trabajar, trabajar y trabajar".
Si algo queda claro en estos largometrajes es la necesidad (o la falta) de apoyos extrafamiliares para aquellas mujeres con hijos que no pueden compatibilizar maternidad y trabajo (muchas veces como autónomas) sin una amiga o una persona de confianza que les eche una mano. 

Al inicio de Gary Cooper que estás en los cielos (1980) Mercedes Sampietro es una realizadora de televisión que se ha quedado embarazada y, tras haber abortado otras veces, ahora se plantea cómo tener un hijo siendo madre soltera, sin nadie a su lado, y sin ni siquiera tener intenciones de abandonar su carrera y sus aspiraciones de convertirse en cineasta.
El caso contrario lo encontramos en ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? (1978) con la relación que se establece entre Carmen Maura (la dueña de una peluquería y madre de dos niños recién separada) y Mercedes Sampietro (la vecina y también mujer sola con un hijo). Las confidencias, los consejos y el acompañamiento que se procuran entre ellas es un ejemplo de sororidad y de la solidaridad habitual entre las mujeres como estrategia de supervivencia en una España que se adapta rápidamente a los nuevos roles y estructuras familiares.

Las amigas están ahí incluso cuando la sobrecarga de tareas en casa y en el trabajo son extenuantes, con jornadas interminables que se suceden sin descanso y la falta de ayudas lleva a una completa frustración vital, sexual y emocional. Con tono de comedia negra, Almodóvar mostró esas contrariedades a las que se enfrentaban las mujeres emancipadas de mediados de los años ochenta que, sin abandonar el hogar y encargándose ellas solas del cuidado de cada uno de sus miembros, continúan sin detenerse con todo el peso sobre sus espaldas. 
El humor de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) nos acerca al microcosmos de las amas de casas saturadas de clase media. Elige a una familia cualquiera del extrarradio madrileño, siguiendo cada movimiento de Gloria (de nuevo Carmen Maura), una limpiadora superada por las circunstancias, capaz de llegar al límite con tal de poner fin a una inercia que le daña irremediablemente y ante la que se rebela con desesperación y violencia.
Los diferentes papeles desempeñados por Maura a lo largo de la década muestran la evolución vivida por la mujer madura, quien aún se debate entre los prototipos tradicionales y el modelo de la superwoman (que se afianza en esta época) y resume a la perfección la protagonista de Cómo ser mujer y no morir en el intento, el best-seller literario de Carmen Rico Godoy que fue llevado al cine por Ana Belén en 1991 en su debut como realizadora. La periodista parlamentaria, madre divorciada dos veces que goza de múltiples comodidades y de una buena posición económica, con su mentalidad moderna y feminista no ha conseguido librarse de los viejos esquemas. Le puede un afán perfeccionista que le lleva a ocuparse de todo y de todos, haciendo de la conciliación una revolución todavía pendiente.

Entradas populares de este blog

CUANDO EL MACHISMO SE DISFRAZA DE FEMINISMO

VÍCTOR ERICE: PAISAJES QUE HABLAN