CENICIENTA YE-YÉ

                                               

Rocío Dúrcal es la Cenicienta ye-yé del cine español. Su rol de niña prodigio, ataviada con modelos de Balenciaga o Pertegaz, muestra la alianza entre el el cine y la moda en la España de los sesenta.

La carrera de la estrella se forjó gracias a la imagen que ofrecía en sus primeras películas (inspirada en su personalidad) y fue minuciosamente planeada. Luis Lucia es el director que la lanzó y que estuvo detrás de sus primeros trabajos, cuidando cada detalle para que fuese una operación perfecta. Para su debut en la gran pantalla con Canción de juventud (1962) escogió a Manuel Pertegaz, al que encargó un vestuario a la altura de su presentación. Incluía prendas de piel, chaquetas que combinaban texturas y curiosos sombreros que aparecen durante los números musicales, los grandes momentos de lucimiento de Dúrcal, quien cantaba y bailaba con un estilo desenfadado por lo que las piezas diseñadas tenían que permitir una gran libertad de movimientos.

Siguiendo el mismo planteamiento Cristóbal Balenciaga fue el nombre elegido para subrayar los momentos estelares de su segundo filme, Rocío de la Mancha (Luis Lucia, 1963). En él interpretaba a una joven huérfana a cargo de sus cuatro hermanos que sobrevive engatusando a los turistas que se detienen delante de su molino. Vestida como una aldeana -con sombrero, pañuelo y alpargatas-, el trabajo de Balenciaga se centró fundamentalmente en ofrecer un look de contraste.
Una imagen sofisticada para el momento en el que la historia cambia y la protagonista viaja a París integrándose en un ambiente burgués. Se sustituyen los materiales pobres por chaquetas y conjuntos de aire más moderno. Balenciaga traslada su habitual tratamiento arquitectónico de los volúmenes a un patrón menos ostentoso. Con un corte simplificado, las piezas se ajustan a las necesidades que plantea su aparición en números musicales y Dúrcal las luce con personalidad y con clase adaptándose perfectamente al canon del modisto vasco sin perder su naturalidad e inocencia. Balenciaga da una lección de cómo puede adecuarse su estilo al cuerpo de las adolescentes.

Los modelos diseñados por el famoso creador acercaban a un público que no podía permitírselo al mundo de la alta costura. Formaban parte de una estrategia del cine musical español donde las recientemente alumbradas nuevas heroínas del cine folclórico de los sesenta (las niñas prodigio como Dúrcal o Marisol y posteriormente Ana Belén) se distanciaban de sus predecesoras (las tonadilleras), con una imagen más cosmopolita y urbana, pensada al milímetro y que reflejaba las tendencias del momento.

Como parte de dicha estrategia se recurrió a historias que vendían el sueño de una vida mejor que aspiraba al lujo. Actualizaron sin pudor el mito clásico de La Cenicienta e incluso se usó este apelativo en el título de las películas, como en el caso de La chica del trébol (también de Rocío Dúrcal), que fuera de España se llamó Cenicienta del barrio (Sergio Grieco, 1963).

La unión entre moda-cine fue tan fructífera en el caso de Dúrcal que se prolongó durante la década siguiente. En los setenta se retomó la experiencia con Pertegaz, quién volvió a encargarse de su imagen para La novicia rebelde (Luis Lucia, 1972). Los roles encarnados por la actriz todavía estaban asociados con una cierta pureza infantil. Así que para su papel de religiosa el modisto realizó una colección completa de hábitos de monja influidos por la estética "pop" imperante. Junto al inmaculado blanco tiñó las tocas y los modelos de colores llamativos como el rosa o el amarillo.




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