EL DÍA QUE EL CINE ESPAÑOL SE HIZO VEGETARIANO
¡Qué difícil es ser vegetariano en el cine español! Apenas hay amantes de lo verde y, aunque por la pantalla desfilan toda clase de platos, lo vegetal pierde frente a la apoteosis de la carne. ¿Qué ocurre para que cueste tanto encontrar una actitud positiva y responsable respecto a nuestros hábitos alimentarios?
Demos marcha atrás en el tiempo. Aunque en 1954 todavía faltaba mucho para que la conciencia ecologista estuviese presente en la vida cotidiana, Juan Antonio Bardem desafió a la sociedad franquista con un alegato animalista de tono amable y bienintencionado: su película Felices Pascuas.
El realizador fue precursor a la hora de mostrar uno de los primeros personajes partidarios del vegetarianismo en el cine, pero lo hacía con cierta sorna mediante un matarife que aborrece la carne y se niega a sacrificar el cordero de la familia protagonista, quienes se encuentran sin dinero en vísperas de Navidad y deciden que la criatura sea su menú para la cena de Nochebuena. Bardem cuestionaba lo establecido hablando de un trato justo para los animales y le daba la vuelta a la tradición popular y a los símbolos cristianos para terminar sentando al mismo cordero a la mesa para celebrar las fiestas como un comensal más.
De no tratarse de una comedia habría sido imposible imaginar un desenlace de estas características. Sin embargo el nacimiento cinematográfico del compromiso con el bienestar animal y la apuesta por la dieta vegetariana pasaría del buenismo al patetismo en los siguientes años.
En 1968 Javier Aguirre se reía de los estereotipos asociados a la contracultura con el musical disparatado Una vez al año ser hippy no hace daño, donde los miembros de una banda emulan a los Beatles, se disfrazan y coquetean con la filosofía oriental e incluso, como en el caso de Alfredo Landa, se lanzan a comer verduras como estrategia para ligar.
Ya tenemos al vegetariano impostor, una figura equiparable a la del aficionado que (por moda o por algún oscuro interés) devora zanahorias en público con gesto de iluminación y, a solas, se atiborra de jamón cuando nadie le ve. Contemplados desde la sátira y dotados de muy poca credibilidad, estos estereotipos dejarán su huella, muy presente en las comedias. Se les mira con desconfianza y están bajo sospecha. Son juzgados como defensores de una causa que, en algún momento de debilidad, abandonarán.
El célebre monólogo de Óscar Ladoire en Ópera Prima (1980) es la mejor prueba de ello. Desde el humor va desgranando todos esos tópicos contra su novia, pero esto no sirve para que ella (Paula Molina) ceda en su opción vegetarianista ni se plantee dejarla. Por el contrario, la profesora de cocina "verde" a la que interpreta Candela Peña en Descongélate (2004) no se lo piensa demasiado cuando le surge la ocasión de mejorar económicamente de manera poco ética. Es capaz de traicionar sus principios por la codicia preparando una cena lo más alejada posible de su filosofía.
En el thriller Fanny Pelopaja (1984) Vicente Aranda aprovecha el potencial dramático de un piso decorado por una fanática de las verduras, que cuenta incluso con un par de copias de cuadros de Arcimboldo que cuelgan en una habitación como emblema de su forma de vida. Aranda rodó el asesinato de este personaje tiroteándole conscientemente delante de ambas imágenes.
Es curioso que, en nuestro cine, es mayor el número de mujeres vegetarianas y no hay casi hombres. Ahí tenemos a Miren Ibarguren en El Test (2022) y a Belén Cuesta en Sentimental (2020), ambas tratadas con poco disimulo por sus amigos o vecinos cuando prueban sus especialidades; o a María Barranco en Rosa Rosae (1993), donde encarna a una cartera y también tarotista que sigue una dieta por colores que cambia según los días y el humor de su personaje.





