ALMODÓVAR Y LOS TELÉFONOS: GUÍA PARA MILLENNIALS
El cine de Almodóvar presenta tantas caras como aspectos insospechados. Es un filón inagotable para estudiar la manera de vivir, amar y sentir de la España democrática y libre que surgió de la Transición. Pero también se ha convertido un extraordinario documento sociológico para entender otros fenómenos como, por ejemplo, los usos y la evolución del teléfono como instrumento comunicativo en los últimos cuarenta años.
Quizás porque antes de convertirse en director el cineasta manchego trabajó en la compañía Telefónica este elemento tiene una presencia tan destacada desde sus primeras películas y mantiene con él una relación esencial que jamás se ha desvanecido. A lo largo de los años le ha dedicado escenas memorables que muestran todas las etapas, alegrías y sinsabores de la vida conectando sus extremos, desde el nacimiento (en Madres Paralelas) a la vejez (Átame).
Ninguna de las divas que han protagonizado sus comedias o dramas se ha quedado sin un plano "al aparato". Carmen Maura, Victoria Abril, Penélope Cruz, Cecilia Roth, Chus Lampreave y, por supuesto, su madre -Doña Paquita- han dejado frases legendarias grabadas en nuestra memoria mientras hablaban por teléfono. Tal y como ellas cambiaban de personaje, estilo o ubicación -el campo, la ciudad o incluso un avión en Los Amantes Pasajeros-, también hemos visto mutar el aparato desde el que se comunicaban: desde los anticuados teléfonos de rueda (de toda clases y colores), hasta aquellos más modernos que incorporaban el teclado; las primeras unidades inalámbricas y los móviles, que han variado de tamaño, configuración y pantalla hasta llegar a ser los dispositivos inteligentes que utilizamos hoy en día.
Repasar la filmografía de Almodóvar para rastrear sus teléfonos supone emprender un viaje arqueológico a un pasado no tan lejano de nuestras comunicaciones, pero que a ojos de cualquier adolescente del siglo XXI puede que resulte algo incomprensible. Cuando la mensajería instantánea o las videollamadas sólo existían en los títulos de ciencia ficción, en los ochenta ser modernos era contar con un contestador instalado en casa para grabar los mensajes, y la mayor o menor cobertura iba en función del número de cabinas telefónicas que podían encontrarse en una calle para realizar una llamada que no podía esperar. Estos dos elementos, ya desaparecidos, tienen un papel central en muchas de las tramas almodovarianas, como en La flor de mi secreto o Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Importan tanto porque en muchas de sus películas las conversaciones que escuchamos -o aquellas que nunca se producen por múltiples motivos- son trascendentales y van más allá de la historia. El teléfono funciona como una prolongación del imaginario o la mente de los personajes. A algunos les permite confesarse, expresar su angustia, desbordar sus pasiones o ahogar su dolor; mientras que, para otros, es un arma para ocultarse, engañar o mentir descaradamente sobre algo que el espectador sabe o, por el contrario, sospecha, como le ocurre a Carmen Maura en Mujeres..., quien dedica casi la totalidad del filme a buscar desesperadamente a su ex llamada tras llamada después de que éste le haya abandonado.
Durante su extensa carrera Almodóvar ha recurrido hasta en tres ocasiones al famoso monólogo teatral La voz humana, de Jean Cocteau. En él, una mujer intenta retener a su amante por teléfono y evitar que le cuelgue antes de ser dejada. Sin copiarlo literalmente ha adaptado el texto desde una visión personal en Mujeres..., pero también en otras dos ocasiones: en el mediometraje del mismo título que la pieza que rodó en plena pandemia (2020), protagonizado por Tilda Swinton; Y en 1987, en La ley del deseo, donde otro personaje de nuevo interpretado por Maura lo ponía en escena en el teatro.
La obsesión del cineasta por el teléfono lo convierte en una referencia constante, presente en todos y cada uno de sus más de veinte largometrajes, y podría resumirse en la frase que pronunc¡a Tina, la actriz trans de La ley del deseo. Cuando su hermano Pablo le propone protagonizar el montaje de la obra de Cocteau, no lo duda ni un momento y dice: "me encanta hacer dramas... y hablar por teléfono".





