CASAS "DE AUTOR" EN EL CINE ESPAÑOL: ¿QUIÉN VIVE AHÍ?

Muchas casas que aparecen en el cine español poco o nada tienen que ver con la clase social a la que pertenecen sus ocupantes. Los espectadores se preguntan si es esa ausencia de realismo es buscada o responde a determinadas "exigencias" del guión. Ser de clase media y habitar un inmueble de grandes dimensiones con un interiorismo cuidado es un cliché que se repite en numerosas ocasiones.

Es paradójico encontrarse con la misma situación en los llamados edificios de autor, esas obras firmadas por arquitectos de prestigio. No es el caso mas habitual pero también aparecen en las películas. Vamos a analizar algunos ejemplos para comprobar quién compone ese vecindario ficticio en la pantalla.

Hemos escogido cinco grandes iconos de la arquitectura contemporánea española de la segunda mitad del siglo XX realizados por Sáenz de Oíza, Ricardo Bofill, Javier Carvajal y Xavier Corberó. Detenerse a observarlos es rendirse a su influjo, a una extraña fascinación de la que tan siquiera escapa la cámara de Carlos Saura, Isabel Coixet, Vicente Aranda o, desde fuera, Woody Allen y Jim Jarmusch.

La silueta del faro madrileño que es Torres Blancas, en Madrid (Oíza), se eleva hasta los 81 metros de altura en el horizonte de la capital. No se ubica en un punto céntrico pero cuando Jarmusch rodó Los límites del control en 2009 lo eligió como refugio de un asesino a sueldo, sombrío y silencioso, que ocupa uno de sus peculiares pisos de paredes redondas. Está claro que la estructura laberíntica y solitaria de la torre encaja perfectamente con el carácter enigmático de este sicario, que viste trajes elegantes y tiene una manía: pedir en los bares dos cafés expresos servidos en tazas diferentes.

Un rico industrial del franquismo identificado con uno de los emblemas del brutalismo arquitectónico: la Casa Carvajal, pensada como mansión familiar y domicilio personal por su autor, Javier Carvajal. En La Madriguera (1969) Saura usa sus grandes bloques de hormigón armado como escenario perfecto para los juegos infantiles de la pareja protagonista. Una mole fría y aséptica atestada de muebles antiguos en cuyos rincones se despliegan todo tipo de imágenes surrealistas.

La solidez y la seducción colorista de la obra de Ricardo Bofill cautiva por igual a Isabel Coixet y Vicente Aranda. El Walden 7, en Sant Just Desvern, y su homónima La Muralla Roja, en Calpe (ambos de Ricardo Bofill) se han convertido en inesperados platós cinematográficos. El conjunto de apartamentos veraniegos a orillas del Mediterráneo que conforman la Muralla Roja fueron escogidos por Coixet como residencia de la encargada de una sala de fiestas (y eventual vedette) en Nieva en Benidorm (2020). Es uno más de los pasajes por la extraña geografía arquitectónica de la costa levantina que recorre el filme.

                                     

Más extraño resulta ver cómo un músico ambulante y una empleada de unos grandes almacenes comparten placeres y confidencias dentro del Walden 7 en El amante bilingüe (1993). La justificación se encuentra entre las páginas de la novela de Juan Marsé que inspira este largometraje. Aranda elige libremente la localización del piso de la zona alta de Barcelona con el que se queda el charnego protagonista tras separarse de su joven esposa, una "niña bien" de la burguesía catalana.

Ya vemos que los edificios están ahí para dotar de valor simbólico a la trama. La sorprendente sucesión de arcos que conectan el exterior e interior del inmenso taller del escultor Xavier Corberó cumplen esta misma función en Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen (2008). Los más de 4.000 metros cuadrados y las cerca de 25 habitaciones que conforman este complejo a cielo abierto son el estudio privilegiado de un artista consagrado, Javier Bardem. Es un seductor que encandila a una pareja de americanas que se instala temporalmente en España. La arquitectura, original y sugerente pero también llena de recovecos y aspectos ocultos, actúa como una prolongación de las múltiples facetas de este personaje.


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