LA ESPAÑA VACIADA, UNA LARGA HISTORIA EN EL CINE ESPAÑOL

Revisamos cómo el cine español ha reflejado, desde el período mudo, el fenómeno de la España vacía desde su vertiente social. La despoblación, el olvido al que se ven sometidas las pequeñas comunidades y el abandono de los pueblos son los aspectos más comunes abordados por las películas.

El recorrido comienza con La aldea maldita (1930), de Florián Rey. Es uno de los primeros filmes en contar de una manera directa el éxodo rural masivo provocado por la sequía y las nefastas consecuencias que tiene para la población campesina, obligada a marcharse para sobrevivir. La cámara muestra los preparativos, la concentración de los carros, cargados de enseres y animales, y la salida de decenas de personas de una pequeña localidad castellana entre montañas. La orografía coincide con la de Sepúlveda y otros pueblos de la zona donde tuvo lugar el rodaje.

Dos décadas después José Antonio Nieves Conde rueda uno de los pocos trabajos que se consideran representativos de un cine de estilo neorrealista español. Los protagonistas de Surcos (1951), una familia que pasa del campo a la ciudad, son un ejemplo de esa emigración de aluvión que llegó a las grandes ciudades desde mediados del siglo XX en busca de una vida mejor, una promesa de bienestar que -como refleja esta obra maestra- no siempre posible. Al final de la historia, algunos de los miembros de la familia emprendían el viaje de vuelta a los orígenes, insatisfechos y habiendo pagado un alto precio durante la experiencia metropolitana.
A partir de los años ochenta el cine español se muestra más consciente del abandono en que han quedado los pueblos del interior. En El disputado voto del Señor Cayo (1986), Antonio Giménez Rico retrata las tensiones existentes entre un panorama político que ha abandonado a su suerte a los núcleos rurales y la resistencia de sus escasos supervivientes, la mayoría de ellos ancianos. En un pueblo de apenas tres habitantes aún se mantiene su alcalde, Paco Rabal, emblema y voz de la vieja sabiduría popular, capaz de poner en entredicho los principios de la nueva política.
El pueblo es casi un personaje en el cine de Pedro Almodóvar. La Mancha en la que pasó su infancia funciona como un lugar de refugio, seguro, para sus personajes (Volver o La flor de mi secreto). En Átame (1989) lejos de cumplir esa función, las ruinas del pueblo muestran el desarraigo de su protagonista, Antonio Banderas, quien viaja a su lugar de origen -Granadilla, en Extremadura-, acompañado de una fotografía, el único recuerdo familiar que atesora. Se trata de un retrato frente a la puerta de su casa, que consigue localizar entre los escasos muros que todavía quedan en pie.
Icíar Bollaín se inspiró en un hecho real, las caravanas de mujeres de Plan de los años ochenta, cuyo objetivo era repoblar el mundo rural con la llegada de mujeres en busca de pretendiente. En Flores de otro mundo (1999) pone rostro a quiénes protagonizaron esta noticia, pero introduce algunas variantes que enriquecen la trama. Incorpora la emigración como factor sociológico para mostrar el racismo solapado con el que se les recibe en el lugar de acogida y, por otro lado, aborda la capacidad de adaptación de las mujeres migrantes a entornos tan pequeños.
Uno de los acercamientos más experimentales y a la vez intimista lo proporciona el documental El cielo gira (2004). La cineasta Mercedes Álvarez vuelve al remoto pueblo familiar, Aldealseñor (en Soria), donde nació. La lentitud y el silencio marcan la cotidianidad. La cámara eleva el valor simbólico de algunos de sus elementos más reconocibles: la plaza, el árbol centenario, la iglesia. La visita adquiere una nueva dimensión gracias a los comentarios de la propia directora, cuya voz en off nos acompaña y dota de poesía al encuentro.


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