La sequía causa estragos en nuestro país. Su cara más visible la vemos a menudo en los medios de comunicación con la falta de agua en los embalses o su huella sobre la agricultura, pero también nos afecta a los seres humanos. Genera un amplio abanico de emociones que van de la angustia y la desesperación al nerviosismo, la intranquilidad o el insomnio. Lo dicen varios estudios que alertan de cómo los períodos de sequía prolongada aumentan la depresión, el estrés y la probabilidad de sufrir otras enfermedades, sobre todo entre la población rural, la más afectada por una situación a la que también se ha acercado la gran pantalla.
Aunque no es un tema habitualen la ficciónestá presente desde hace casi un siglo cuando La aldea maldita (Florían Rey, 1930) fue una de las primeras películas españolas en poner el punto de mira en una realidad que amenaza la supervivencia de los pueblos. La ausencia de precipitaciones y su efecto nefasto sobre las cosechas provoca en el filme una emigración masiva de sus habitantes en busca de otras formas de sustento, una situación que precipita la vida de su protagonista femenina hacia un destino no elegido.
Desde entonces la sequía se ha colado de forma intermitente en los argumentos de distintas cintas mostrando su peor lado. Es la invitada menos deseada para la gente del campo, y su poder va más allá de sembrar la muerte en las tierras y traer la ruina a quienes las cultivan. Su capacidad destructora se extiende al ámbito de las relaciones limitando la libertad personal, condicionando el futuro y las decisiones individuales y colectivas.
En la película Orgullo (1955), Manuel Mur Oti ofrece un retrato desolador de la tormenta social que la sequía ocasiona a su paso. Cuando Laura -su joven protagonista- vuelve a su pueblo natal, en las montañas del norte de España, no sospecha que será la encargada de salvar la hacienda familiar y los centenares de cabezas de ganado que posee con una reacción valiente y arriesgada en la que ese orgullo al que se refiere el título se despierta motivado por la rivalidad con la otra gran familia del lugar.
El personaje recorre el camino que va del amor al odio varias veces a lo largo del largometraje, obligada por unas circunstancias en las que la escasez de agua condiciona su existencia y paraliza su matrimonio con el heredero de la familia rival. Los pastores que viven bajo su protección desatan el enfrentamiento entre los dos clanes cuando acuden en su ayuda para salvar sus rebaños. Quieren aproximarse al río que fluye entre las propiedades de su prometido, que no autoriza esta petición de auxilio. El puente que une las dos orillas se bloquea al paso para dejar que las armas lleven el peso de la discusión.
Mur Oti resuelve a la manera de un western el status quo entre los dos bandos. Recurre a las claves del género para dibujar un paisaje humano donde el egoísmo y el rencor acumulado durante años florecen y son llevados al extremo coincidiendo con el desequilibrio surgido de la naturaleza. El desenlace de los acontecimientos está ligado a una vuelta al orden. Con su aparición, al final de la película, la lluvia devuelve el equilibrio al entorno y trae la reconciliación entre los seres humanos.
A casi setenta años de distancia Iñaki Sánchez Arrieta se atreve con un planteamiento dramático muy similar en El lodo (2021). Modifica el escenario (se ambienta en una albufera del Levante español), desaparece el drama amoroso y coloca como protagonistas a un matrimonio (un biólogo que, junto a su familia, vuelve a su pueblo natal para intentar salvar el humedal a petición de los agricultores que viven del cultivo del arroz).
Aquí, la catástrofe ecológica que amenaza a la laguna obliga a tomar una serie de medidas drásticas e impopulares entre los regantes, quienes se rebelan con violencia contra la prohibición de utilizar más agua en sus plantaciones acosando al protagonista (Raúl Arévalo). Los apacibles parajes naturales que sirven de decorado se transforman en un callejón sin salida con una tensión creciente de la que resulta difícil escapar en este thriller asfixiante.
En medio de este polvorín, la incapacidad de los poderes públicos para reaccionar muestra cómo los intereses privados y la sombra del caciquismo planean sobre la gestión de los recursos, dando prioridad a la rentabilidad económica inmediata frente a la sostenibilidad y la preservación de un bien común.
En los inicios del cine Alice Guy rodó Las consecuencias del feminismo (1906) , la primera película de la Historia que utilizaba los estereotipos de género con una intención transgresora y de denuncia de las desigualdades. En ella los hombres actuaban como mujeres y viceversa, exagerando la visión que del comportamiento masculino y femenino se tenía en un momento en el que el movimiento sufragista empezaba a mostrar su fuerza en lugares como Gran Bretaña. En el cine español no contamos con un filme paródico a la altura del realizado por Guy. Sin embargo, a partir de los años sesenta, coinciden en la pantalla varias películas que basan una parte importante de su atractivo en retomar esta premisa. Son comedias en las que los hombres se ponen el delantal (elemento clave y unificador en la caracterización de los actores) para ocuparse de las tareas del hogar mientras la mujeres trabajan fuera. Esto no significa -ni mucho menos- que en pleno franquismo desde las salas se quisiera lanza...
Es difícil imaginar el camino a seguir para convertirse en director c uando el cine era mudo . Ser mujer y estar al mando de una película era una ecuación aún más complicada en aquellos tiempos. En una España poco industrializada pero que rápidamente se lanzó a producir obras para la pantalla, hubo también incipientes realizadoras. Han sido poco estudiadas, en parte porque las películas que rodaron se han perdido. La historia de los orígenes de nuestro cine es fragmentaria. Está llena de incógnitas y huecos que llenar sobre sus obras y autores debido a la ausencia de materiales a causa de su destrucción. Un abismo que afecta particularmente a esas primeras directoras, desconocidas y olvidadas durante décadas. Creemos que el acceso de la mujer a puestos de responsabilidad artística y creativa es un fenómeno reciente. Sin embargo, en las primeras décadas de la historia del cine hubo mujeres que llegaron de manera más rápida al ámbito de la dirección o la producción que en décadas posteri...
¡ Qué difícil es ser vegetariano en el cine español! Apenas hay amantes de lo verde y, aunque por la pantalla desfilan toda clase de platos, lo vegetal pierde frente a la apoteosis de la carne. ¿Qué ocurre para que cueste tanto encontrar una actitud positiva y responsable respecto a nuestros hábitos alimentarios? Demos marcha atrás en el tiempo. Aunque en 1954 todavía faltaba mucho para que la conciencia ecologista estuviese presente en la vida cotidiana, J uan Antonio Bardem desafió a la sociedad franquista con un alegato animalista de tono amable y bienintencionado: su película Felices Pascuas . El realizador fue precursor a la hora de mostrar uno de los primeros personajes partidarios del vegetarianismo en el cine, pero lo hacía con cierta sorna mediante un matarife que aborrece la carne y se niega a sacrificar el cordero de la familia protagonista, quienes se encuentran sin dinero en vísperas de Navidad y deciden que la criatura sea su menú para la cena de Nochebue...